Voy camino al hostal después de pasar la tarde en una fiesta de rusos exiliados en Yerevan y mientras miro por la ventana del auto las calles nevadas de la ciudad no puedo dejar de pensar en la sensación de déjà vu que sentí durante una conversación en el apartamento del que vengo.

Llegué a Yerevan hace unos días por error. Debería estar en Rusia pero no pude cruzar el paso fronterizo de Verkhniy Lars por culpa del mal tiempo. Pero también por mi nula previsión. No quise salir de Tbilisi hasta el último día permitido por mi visa de noventa días. Y ante la imposibilidad de llegar a Vladikavkaz desde Tbilisi, decidí tomar una marshrutka en dirección Vanadzor. Todo sea por evitar tener una estampa que dijése que sobrepasé los límites de la legalidad.

El problema es que ahora estoy atrapado. No existen cruces hacia Turquía, Azerbaiján mantiene sus fronteras terrestres cerradas desde la pandemia, Irán no es una opción si es que quiero ir a EE.UU. y, según la agente de la aduana, no puedo regresar a Georgia hasta tres meses más. Pero pensé que tendría el mismo privilegio que europeos y americanos de poder realizar un visa run. Mas no. Como no quería pasar mucho tiempo en Armenia, decidí pagar por la visa que me permite estar aquí 21 días. Y aunque fue una pésima decisión, es también un incentivo para intentar dar con una solución que me permita retomar el camino.

Ya que no fui yo quien pidió el taxi, no puedo ver en mi teléfono el recorrido que hará para trasladarme. La única referencia que tengo es el ícono rojo que representa la posición del hostal en el mapa. Y como no conozco la ciudad no puedo recomendarle una mejor ruta. Pero sí me di cuenta que volvimos por la misma calle pero en dirección contraria. Nos desvíamos.

Y yo ahí, pensando en esa conversación que ya he tenido muchas veces, con esas preguntas genéricas sobre la vida y el viaje, y ese microsegundo en el cual sentí que lo que estaba viviendo ya lo había vivido, ese breve instante que se siente como un sueño olvidado o una memoria que no se logra recordar y que me hizo sentir que estoy en el lugar donde debía.

Escultura 'Mujer fumando' de Fernando Botero, ubicada en el jardín de las esculturas Cafesjian de Yerevan
Escultura 'Mujer fumando' de Botero, ubicada en Yerevan