Los futuros distópicos que nos propone la cultura popular utilizan ciudades reales moldeadas por un capitalismo salvaje para ilustrar un futuro próximo y glocal. Ciudades forzosamente multiculturales, donde los letreros de neón con carácteres chinos dan cuenta de la fuerza avallasadora del Capital en su intento de expansión y disfuncional integración social. Es un imaginario particularmente americano donde la Otredad tiene rostro no-blanco (¿acaso no siempre es así?).
La comuna 13 en Medellín bien podría ser parte de este imaginario. Es distópica pero a la latinoamericana. Una favela entre los cerros de la ciudad que ha sido pacificada y renovada para el gusto del turista. Locales comerciales, escalera mecánicas, luces de neón y LED, bares y espacios instagrameables conforman un barrio que bien podría aparecer en una película.
¿Es este el único camino que tenemos cuando se vive en los márgenes?