Vamos sacando los velos que ocultan nuestras heridas. Vamos a iluminar las oscuridades que se nutren de formas torcidas. Estos son nuestros ejercicios del decir lo que nos pasa, lo que nos duele en tiempos de crisis y derrumbes. Vamos a levantar la voz contra el patriarcado, un sistema que nos condena a prácticas de competencia, velocidad y sin razón y que nos hace creer que los cambios radicales no son posibles.
Por Eugenia Prado Bassi
Chile duele de rabia en medio del caos. “Camioneros” bailan y comen, arrogantes celebran con “los pacos”, obligándonos a asistir a su descomposición. Chile duele de rabia al verlos exhibiendo sus mercancías de ropas al aire para alardear su prepotencia. Burlescos farandulean su poder monstruoso en las pantallas de la tele. Y los que van de buenos son los peores. El alcalde de matinal persigue la presidencia en su minuto de fama. “Los buena persona”, se repiten, idénticos como un tic.
Felicité a Lorena Amaro por su valentía. “Si lográramos zafarnos de las imágenes tantas veces narcisistas, las poses vacías con que nos tientan las redes sociales y de las cuales todxs solemos participar”, dice en su texto Cómo se construye una autora: algunas ideas para una discusión incómoda y que inicia estos debates. La respuesta de Lina Meruane no se hizo esperar en este diálogo cruzado, desde donde se han ido alzando nuevas voces para aportar a las reflexiones surgidas en este espacio de diálogos sobre los múltiples temas que nos atañen como creadoras, y que nos unen en esta zona de pliegues, colorida de diversos sentidos.
Esta discusión se agradece en este instante crucial de la historia, porque es ahora y porque si no es ahora puede que nunca, y que el esfuerzo se diluya y con ello las vidas, los ojos y cuerpos sometidos a la violencia desde la revuelta y desde siempre.
He aquí dos asuntos que corresponden.
Patricia Espinosa, crítica literaria feminista, escribe en su columna Derribar el Premio Nacional publicada por Palabra Pública : “la historia de este premio seguirá siendo el mayor símbolo del dominio patriarcal en la literatura nacional y con ello de todas sus prácticas de silenciamiento, monopolización de la voz y construcción del canon por parte de los hombres”.
El colectivo Autoras Chilenas (Auch!) organiza una campaña sobre la “escandalosa discriminación histórica que ha negado el debido reconocimiento al aporte de las escritoras chilenas”, para recordarnos que, en setenta años, la única poeta en la historia de este premio lo recibió después del Nobel.
Vamos sacando los velos que ocultan nuestras heridas. Vamos a iluminar las oscuridades que se nutren de formas torcidas. Estos son nuestros ejercicios del decir lo que nos pasa, lo que nos duele en tiempos de crisis y derrumbes. Vamos a levantar la voz contra el patriarcado, un sistema que nos condena a prácticas de competencia, velocidad y sin razón y que nos hace creer que los cambios radicales no son posibles.
Somos nosotras “las mujeres escritoras”, que pensándonos y pensando escribimos el mundo que queremos construir. No es casual que las primeras en alzar la voz sean las más validadas en sus oficios. Nunca habrá premios para todas y un “premio” nunca será la meta de ningún oficio. Necesitamos construir espacios para ejercer nuestros compromisos con la letra y el habla de las que no han hablado, las no premiadas, pero que seguimos siendo rebeldes construyendo disidencias, escribiendo textos feministas, incomodando a les lectores según sus grados de emancipación y así desbaratar las hegemonías con que el patriarcado y la academia nos definen y nombran.
Soy parte del colectivo de mujeres escritoras (Auch!), pero siempre difusa y extraña porque estoy y no estoy, porque no voy a las reuniones y no puedo más con las fobias, porque nunca aprendí a trabajar en grupos a pesar de la urgencia y la emergencia, porque ahora (contradiciéndome) todo debiera volver al colectivo. No hay momento más propicio que éste para desbordar y desmantelar del capitalismo sus prácticas competitivas, destructivas y que nos determinan.
Aprender de la crítica feminista es indispensable para que las escrituras de las mujeres circulen con propiedad. Así como destacar, conocer y agradecer a las escritoras que nos antecedieron. En este punto quisiera referirme al llamado “autobombo”, tema en discusión en estos debates.
He estado conectada a las pantallas desde que me inicié como escritora. A estas alturas me considero una máquina productora de textos y rebeldías. En este período de pandemia y más que antes, he vivido en constante comunicación en las redes y diría que, desde los inicios, y con todo ese despliegue raro, conocí la extrañeza de no saber quién está al otro lado de la pantalla. Aprendí a compartir y comunicar con una numerosa cantidad de seres humanos de edades, mundos sociales, culturales y géneros muy diversos. La red es una herramienta y una estrategia premeditada para viralizar, difundir y socializar contenidos que me interesan, y democratizar conocimientos.
Chile es el país de los chismes y pelambres. Existe una palabra para ello: “el chaqueteo” y contra eso, me parece necesario ver mujeres debatiendo y escribiendo sobre feminismos, difusión, visibilidad. También sobre los contenidos y tramas de nuestras escrituras con más libertad que nunca.
Como editora y autora, desde el inicio de las redes construí mi propio espacio en ellas. Espacio que uso para fomentar mi trabajo y el de mis compañeras, más que el de los compañeros. Lo acepto y es a propósito, porque justamente me interesa difundir el trabajo de las mujeres creadoras y que históricamente ha sido invisibilizado. La red es mi herramienta de difusión de cultura, el pensamiento, la política y las artes, porque habito desde siempre en el mundo digital, que para mí es un notable producto del trabajo humano.
El colectivo debe mantenerse y resistir la presión. Cultivar este y todos los desbordes, el bullicio de las voces y sus diferencias, resistir y seguir avanzando en esta construcción indispensable. Porque para eso estamos y para eso escribimos, para modificar el estado de las cosas, de las vidas precarizadas por la prepotencia que se perpetúa, por ejemplo, con el trabajo doméstico no remunerado, la plusvalía del amor y toda la injusticia que ha generado desde siempre. Construyamos un mundo feminista, horizontal, solidario y conmovido, para que nos importe el dolor ajeno y la lucha sea un compromiso.
Crecí en la dictadura y entiendo la dificultad enorme de construirnos como un colectivo de escritoras contra el patriarcado y sus desigualdades, sus imposiciones mercantilizadas y mercantiles, contra la descalificación que hemos recibido durante años. Por eso valoro el trabajo de mis compañeras, valoro la intensidad y la fuerza de estos debates, y valoro la voluntad de mantenernos unidas justamente ahora, que empezamos a tejer una nueva historia extendiendo las voces, construyendo disidencias.
Aceptamos competir porque así nos enseñaron en este país. Postulamos a los premios, a un grado, un ascenso y su mérito extra, pero contra “esa persona que está ahí”, con la que tenemos casi todo en común. Entre las cosas que nos hacen comunes, estamos sometidas a un sistema cruel que nos hace creer que cambiar no es posible. Contra el estado de las cosas, estamos cambiando el mundo literario, removiendo sus cimientos porque debatir es nuestra fortaleza, crear una zona que no está, un espacio en proceso de construcción. Se trata de editar y reeditar, de prolongar las tareas, desindividualizar, abrir la letra contra el amo significante, desmontar las prácticas mercantiles propias del patriarcado neoliberal mediante el ejercicio que transforma el objeto, para sacarlo del flujo de las mercancías. Editar y reeditar para la dislocación de las escrituras que se petrifican como objeto de consumo, cuando no dan cuenta de lo creado, por crear, por cambiar.
Ahora, que la debilidad se vuelve fortaleza, puedo decir que, muchas veces, me sentí incómoda en estos espacios y que este momento de efervescencia me ha permitido leer desde otras aristas. Ahí está mi diferencia irremediable con los pseudo valores que imponen los sistemas, y mientras todas leen con placer, para mí leer es un trabajo, a veces, insoportable.
Porque aprendí a escribir, diseñar y editar, salto de un tema a otro como todo en la vida. Siento que cada tema es una puerta abierta, y para mí, y esto es personal, los textos son un proceso que nunca se resuelve.
Agradezco y celebro estos debates de gestos valientes. Nona Fernández, Alia Trabucco, Claudia Apablaza, Julieta Marchant, Natalia Berbelagua y sus diálogos abiertos, que han circulado por las redes para construir vida en el colectivo. Destaco el trabajo de Palabra Pública, de la Universidad de Chile, que ha acogido este y otros textos sobre género, mujeres y escrituras. Este es un espacio que debiéramos celebrar y construir para todas. Que la conversación no se detenga. Abrir la letra y desentrañar sus posibilidades.